Cuauhtémoc by Pedro Ángel Palou

autor:Pedro Ángel Palou [Palou, Pedro Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T00:00:00+00:00

* * *

Demasiado tiempo luchando contra los teules, demasiados días de ayuno y penuria. Ahora no quedaba otra salida que aceptar la prisión, el cautiverio. Llego así apenas al inicio de mi relato, en aquel momento y con las mis más palabras en que el señor de los hombres, último Huey Tlatoani azteca, Cuauhtémoctzin Xocoyotl, se pregunto allí, maniatado por sus cadenas, que podría ser salvado en el mundo de lo perdido.

Nada.

Ésa fue la triste respuesta: nada.

Así se lamentaba mi señor, escuchando un viejo canto en sus oídos, muy adentro: ellos vinieron a ser tlatoani, a tener mando en la tierra: eran plumas finas de quetzal, y se ajaron y palidecieron; eran esmeraldas y se hicieron añicos.

Así lloraba, y se compadecía de su pueblo.

He visto lo que otros han escrito. Yo no busco loa ni beneplácito para mi persona, que poca cosa siempre ha sido. Yo no deseo ni mendigo una mínima canonjía, ni dádiva de rey ni de señor alguno, que el mio, único, ya ha muerto.

Han roto las piedras con las efigies de mis dioses. Coyolxhauqui, la joven, en la que caían los cuerpos de los sacrificados, ha sido hecha añicos, como los otros. En su lugar construyen iglesia tras iglesia y sus frailes nos hablan de un futuro mejor, de un reino en donde todo sera felicidad y perdón.

A mí tampoco me convencen con esas cosas. Y por eso no tengo necesidad de mentir. Yo voy a contar todo tal y como ocurrió. Así lo pensé desde el principio y así lo seguiré haciendo en las fojas que me queden por escribir. Ésta es la verdadera historia de Cuauhtémoctzin Xocoyotl, el águila del crepúsculo.

Estos, los restos de sus días.

Y es, justamente por ello, que no pienso detenerme en los tiempos de cautiverio, en el calvario de los días transcurridos. Sólo hablare de un par de cuestiones de esos casi tres años. Lo más triste o lo más cruel. Lo que revela la verdadera persona de Malinche o de mi señor mismo.

Lo demás debe quedar en el silencio, territorio de los humillados y los vencidos.

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